Es difícil identificar con precisión cuál fue el primer
equipo que surgió. Como muy bien afirman Dunning y Sheard (1979) es un mito que
el rugby unión masculino surgiera exclusivamente en 1823 en el pueblo de Rugby
y con Webb Ellis como único responsable.
En nuestro caso lo que se puede afirmar es que el
rugby femenino en Inglaterra tiene sus orígenes dentro de las universidades y
que fue durante el curso 1978-79 cuando se tienen noticias de los primeros partidos
jugados regularmente. Como por ejemplo, se sabe que en aquel curso se jugó el
primer encuentro entre UCL y el Impirial Collage, los dos con sedes
universitarias en la ciudad de Londres. También se sabe que a finales de aquel
curso, del 1979, se jugaron diferentes encuentros entre los equipos femeninos
de las universidades de Keele, Warwick y Lougborough. Un curso más tarde, las
universidades de Sheeffield, York y Lancaster formaron sus respectivos equipos femeninos
y jugaron algunos partidos amistosos entre ellas.
Las motivaciones de estas chicas para jugar al rugby
pueden ciertamente estar ligadas a un período de intensas reivindicaciones
políticas y sociales en la cuestión del género. A finales de los setenta, las
universidades europeas eran lugares propicios donde arraigaban los movimientos
radicales en favor de los derechos humanos y de igualdad. Por ejemplo, la revolución
sexual que tuvo lugar en Francia en 1968 tuvo sus repercusiones en el resto de
Europa durante la década siguiente.
No es por casualidad que en 1975, bajo el mandato de
un gobierno laborista, en la Gran Bretaña se aprobasen cuatro leyes importantes
en relación a los derechos humanos de la mujer. Las leyes sobre discriminación sexual,
igualdad en los salarios, seguridad social y pensiones, y protección en el
puesto de trabajo. Analizando lo que Bourdieu (1979) denomina las “condiciones objetivas
de posibilidad”, encontramos que no es de extrañar que estas mujeres “rompiesen
barreras de género” de una forma natural, en el mundo del rugby. Es decir, que
las condiciones sociales desarrolladas a raíz de las reivindicaciones políticas
anteriores en cuestiones de igualdad, dieron lugar a que para estas mujeres el
hecho de empezar a jugar a rugby nunca fuese vivido específicamente como una
lucha política a favor de la igualdad sexual. Además, como expresan en las
entrevistas, ninguna de ellas es consciente, ni recuerda ningún contratiempo
por el hecho de ser mujeres que quisiesen jugar a rugby. Lo único que les
exigía el servicio de deportes de la universidad era ser un mínimo de quince
para jugar y entrenar. Si presentaban suficientes jugadoras, la universidad se
comprometía a dejarles camisetas, campos de entrenamiento y jugar, y facilitaba
el transporte para desplazarse a los campos de los equipos contrarios.
El
pensamiento de la diferencia sexual aplicada al caso del rugby
Hoy en día el pensamiento de la diferencia sexual es
un feminismo que intenta desenmascarar que la igualdad política reivindicada para
la mujer supone, en muchos casos, renunciar a las diferencias de género.
No obstante, si queremos ser iguales frente a la ley
debemos “ser” iguales. Es aquí donde las feministas de la diferencia
desenmascaran la paradoja existente en este tema. Reivindicando la igualdad se
mejora la situación social de las mujeres frente a los hombres, pero al mismo
tiempo se reconoce que el género masculino y las actividades masculinas son las
más importantes y a las que todo ser humano independientemente del sexo con el
que nazca debe tender a desarrollar. Con la igualdad se reivindica que las
mujeres puedan hacer las mismas actividades que los hombres y que, por tanto,
tengan derecho al mismo reconocimiento social, económico y político. De esta
manera, quizás se olvida que las mujeres deberían pedir el mismo reconocimiento
independientemente de las actividades que se desarrollan, ya que todas son
igualmente necesarias para la sociedad.
Mediante la incorporación del concepto “diferencia” lo
que estas teóricas intentan explicar es que la categoría de “mujer” necesita ser
analizada más allá del límite que el sistema de oposición binaria impone –mujer
entendida como no-hombre–. Uno de los elementos más valiosos del pensamiento de
la diferencia sexual es la búsqueda de un nuevo marco teórico capaz de analizar
las actividades desarrolladas por las mujeres sin caer en la clásica oposición
binaria de entender el género.
En este contexto, se buscaría una respuesta al: “Cuando
juegas al rugby, ¿Qué eres? ¿Cómo te sientes, masculina o femenina? El objetivo
de las teóricas de la diferencia es incluir conceptos teóricos que sean capaces
de ir más allá de esta cuestión, de ayudarnos a entender la pluralidad y la
multiplicidad de los géneros sin tener que referirlos constantemente a los dos
polos dicotómicos –o eres femenina o eres masculina–. Tal como coinciden Elam
(1994) y Rivera (1994), es necesario entender la categoría “mujer” como un
lugar de permanente cambio de significado que necesita ir más allá de la simple
oposición binaria de género. La cuestión es que “El mundo es uno, pero el sexo
que contiene son dos”, Cigarani (citado en Rivera, 1994:208), y ambos sexos
necesitan ser definidos con conceptos inclusivos, no exclusivos.
Definiendo el
género de lasmujeres que juegan al rugby
Según Hargreaves (1997), es importante ampliar la concepción
estrecha de feminidad, para que de esta manera pueda incorporar más tipos de
mujer. Sin lugar a dudas la concepción hegemónica de feminidad –concepción
arraigada en la creencia de que las mujeres no deben practicar deportes altamente
físicos y agresivos– está siendo desafiada por la presencia de diferentes expresiones
de género femenino que se manifiestan en el deporte del rugby. Como una
entrevistada dijo: “Todas las mujeres que juegan a rugby no tienen porque ser
feas, grandes y bastas”.
Resulta interesante observar que para que las
mujeres rompiesen barreras de género en el mundo del rugby, fue fundamental que
diferentes elementos tuvieran lugar al mismo tiempo –ser estudiantes universitarias,
y todo lo que ello comporta, relacionarse y conseguir el apoyo de algunos
jugadores de la universidad, tener concepciones más abiertas de lo que significa
ser femenina… etc.– y que son diversos los factores que actuaron a favor de
iniciar un deporte nuevo para las mujeres y que, al mismo tiempo, es uno de los
más viejos que se conocen desde que empezó la era moderna.
La idea de este artículo es la de iniciar un análisis
más comprensivo sobre el fenómeno de las mujeres que practican deporte, y
explorar nuevos caminos para superar la dicotomía y exclusiva definición de
género, que todavía hoy en día encontramos en muchos estudios de género y
deporte.
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