La participación de las mujeres en la actividad
física y en el deporte ha sido, y todavía es en la actualidad, menor que
la de los hombres. Esto no es un hecho casual ni aislado, ya que la
participación de la mujer es menor en los ámbitos que tradicionalmente se han
considerado públicos como el mundo laboral, político, cultural, etc. y el
deporte es uno de ellos.
El acceso de las mujeres al ámbito deportivo ha sido
tardío y ha estado lleno de dificultades. Ellas han tenido que ir
superando barreras creadas por estereotipos sociales y culturales. Han
tenido que luchar contra ideas del tipo: la mujer es inferior a los hombres en
las actividades deportivas, posee menor capacidad física, su cuerpo se
masculiniza con la práctica de ejercicio, no muestra gran interés hacia la
práctica deportiva, existen algunos deportes apropiados para ellas y otros no…
Dificultades y obstáculos que han ido venciendo y
que en parte tienen su origen en la propia gestación del deporte moderno.
Si nos
remontamos nada más y nada menos hace tres mil años atrás, hacia el 776
antes de Cristo en la ciudad de Olimpia (Grecia), nos daremos cuenta de
que durante mucho tiempo el deporte ha sido un terreno completamente vetado a
la mujer. Ya por estos tiempos, se excluía la participación de las mujeres
no solo como deportistas sino también como espectadoras. Sólo las mujeres
solteras podían asistir a los juegos, y la pena para una mujer casada que
observase a los atletas en acción era la muerte, pues los atletas competían
desnudos, exhibiendo sus cuerpos como símbolo de perfección y dedicación.
Cuando entramos de lleno en la historia de los
Juegos Olímpicos se puede mencionar que estos abrieron las puertas a
las féminas en el año 1900. El cambio se hizo evidente y real, a pesar de que su
gran estratega, Pierre Coubertin , argumentaba que la presencia de la
mujer en un estadio resultaba antiestética, poco interesante e incorrecta.
En 1900, la participación femenina se limitó única y
exclusivamente al golf y al tenis en París, Francia. Estos juegos tuvieron el
mérito de agrupar un número impresionante de competidores, mil setenta, entre
estos seis mujeres.
La primera laureada olímpica en tenis fue la
señorita
Charlotte Cooper (tennis)
Miembro del club de tenis de su localidad natal, el
Ealing Lawn Tennis Club desde muy joven, ganó su primer título individual en
Wimbledon en 1895, el segundo en 1896 y el tercero en 1898.
Era de complexión alta y esbelta y se convirtió en
la primera mujer que ganó un título olímpico, concretamente en los Juegos
Olímpicos de 1900 en París (Francia) aunque no se entregarían medallas hasta
1904. Aquellos juegos olímpicos fueron los primeros con participación femenina.
Cosiguió una segunda medalla en la disciplina de dobles mixto con su compañero
Reginald Doherty.
Se casó con su compañero y compatriota Alfred Sterry
en 1901, año en el que conseguiría el título en Wimbledon por cuarta vez.
Después de una época que dedicó a la familia, volvió a las pistas para ganar un
título más de Wimbledon en 1908 con una edad de 37 años y 282 días, un récord
que aún hoy está vigente. En 1912, seguía siendo una de las mejores del
circuito y consiguió jugar la final de Wimbledon con 41 años de edad.
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